¿Qué es la identidad materna y por qué es importante?
¿Te has preguntado alguna vez en qué momento dejaste de sentirte la misma de antes? La maternidad no es solo el hecho de tener un bebé, sino un proceso profundo que transforma tu forma de ser, sentir y experimentar el mundo. Desde los cambios hormonales y físicos que comienzan en el embarazo, hasta la recuperación posparto y la adaptación a una nueva imagen corporal, cada transformación es parte del proceso de integración de tu identidad materna. Antes podías tomar decisiones pensando únicamente en ti, pero ahora cada elección está influida por el bienestar de tu bebé. Quizás antes disfrutabas de momentos de ocio sin preocupaciones, y ahora te sorprendes organizando tu día en función de las necesidades de tu bebé. Tal vez antes no te cuestionabas quién eras, pero ahora te enfrentas a una transformación que te lleva a redefinir tu identidad y la manera en que te ves a ti misma. Desde la manera en que tomas decisiones hasta la forma en que experimentas tus emociones, este viaje transforma no solo tu cuerpo, sino también tu identidad. Desde el embarazo, el posparto y la crianza, muchas mujeres experimentan cambios emocionales, físicos y psicológicos profundos. Sus cuerpos se transforman para gestar y alimentar a sus bebés, sus emociones se intensifican y sus prioridades cambian. La falta de sueño, los cambios hormonales y la reorganización de la vida cotidiana hacen que la identidad personal se vea desafiada, generando nuevas formas de verse a sí mismas y al mundo que las rodea. Sin embargo, esta transformación no ocurre de inmediato, sino que se desarrolla con el tiempo.
La identidad materna es el proceso en el que una mujer integra su rol de madre con quien era antes, adaptándose a su nueva realidad. Este cambio no solo es emocional, sino que también tiene una base neurológica. Durante la maternidad, el cerebro experimenta una serie de modificaciones estructurales y funcionales, entre ellas la poda neuronal, un mecanismo en el que se eliminan conexiones sinápticas innecesarias para optimizar aquellas relacionadas con el cuidado y la respuesta emocional hacia el bebé. Este proceso es similar al que ocurre en la adolescencia, una etapa en la que el cerebro también experimenta una reorganización profunda para adaptarse a una nueva identidad y responsabilidades. En la maternidad, esta reestructuración cerebral ayuda a reforzar el vínculo materno y a priorizar el bienestar del bebé, al mismo tiempo que la madre redefine su identidad y su relación con el mundo que la rodea. Estas adaptaciones permiten a la madre desarrollar mayor sensibilidad a las necesidades del bebé, fortalecer el vínculo afectivo y ajustar su comportamiento a las demandas de la maternidad. No todas las madres lo viven igual, algunas sienten esta identidad desde el embarazo y otras tardan más tiempo en encontrar su equilibrio.
Este proceso de transformación ha sido descrito como matrescencia, un término acuñado por la antropóloga Dana Raphael y ampliamente desarrollado por la neurocientífica Susana Carmona en su libro Neuromaternal. Carmona explica que la matrescencia no solo es una experiencia psicológica y social, sino que tiene un correlato biológico en la reorganización del cerebro materno. Estudios neurocientíficos han demostrado que durante el embarazo y el posparto se producen cambios significativos en la corteza prefrontal, la amígdala y el sistema límbico, regiones responsables de la regulación emocional, la empatía y la toma de decisiones. Estas modificaciones permiten que la madre se adapte a su nuevo rol, fortaleciendo su capacidad de cuidado y respuesta ante su bebé. Según Carmona, la matrescencia es un período de reestructuración neuronal y psicológica en el que el cerebro materno se adapta a la nueva realidad de la maternidad. Este cambio no es solo emocional, sino que tiene bases biológicas que explican la intensidad con la que muchas mujeres experimentan la transición a la maternidad.
No hay un tiempo exacto ni una única forma de vivirse, pero hay señales que pueden indicar que tu identidad materna está evolucionando.
5 señales de que tu identidad materna está cambiando
1. Tu forma de priorizar ha cambiado
Lo que antes era importante para ti, ahora ha tomado otra perspectiva, y al mismo tiempo, cosas que antes parecían triviales ahora cobran un significado profundo. Puede que antes valoraras el tiempo a solas o las salidas sin planes, y ahora encuentres sentido en los momentos de calma con tu bebé. Del mismo modo, aspectos como la estabilidad, la seguridad y el bienestar emocional de tu familia adquieren una relevancia que antes no tenían. Este cambio de prioridades es una de las primeras señales de que tu identidad materna está en construcción y está vinculado a los cambios cerebrales que te ayudan a desarrollar una mayor capacidad de cuidado y respuesta ante las necesidades de tu bebé.
2. Tu relación contigo misma es diferente
Más allá de tus prioridades, tu percepción sobre ti misma también se transforma. Puede que en algunos momentos te sientas en conflicto con quien eras antes de ser madre, o que empieces a descubrir una nueva versión de ti. Es normal experimentar nostalgia por la vida previa a la maternidad y, a veces, incluso miedo a perder tu identidad en el proceso. Muchas mujeres temen ser absorbidas completamente por la crianza, pero la maternidad no borra quién eres, sino que añade nuevas capas a tu identidad. Con el tiempo, logras integrar ambos aspectos de tu vida, encontrando un equilibrio entre tu rol de madre y tu esencia personal. Esto se debe en parte a la reorganización del cerebro materno, que favorece la empatía y la toma de decisiones orientadas al cuidado, sin que ello implique renunciar a ti misma.
3. Te cuestionas aspectos de tu identidad que antes dabas por sentados
La maternidad no solo transforma la relación con el mundo, sino también la relación contigo misma. Puede hacer que cuestiones qué partes de ti quieres mantener y cuáles están evolucionando. A menudo, lo que antes tenía sentido o era esencial en tu día a día puede pasar a un segundo plano, mientras que nuevos valores y prioridades cobran protagonismo. Es posible que te preguntes si seguirás disfrutando de las mismas cosas o si tus objetivos personales seguirán teniendo el mismo significado. Este cuestionamiento forma parte de la reestructuración neuronal que acompaña el proceso de matrescencia, ayudando a consolidar la identidad materna sin necesidad de anular las demás facetas de tu vida.
4. Sientes nuevas emociones que antes no habías experimentado
La maternidad trae consigo un torbellino de emociones intensas. Desde un amor profundo y protector hacia tu bebé, hasta miedos y preocupaciones que antes no formaban parte de tu día a día. También es posible que experimentes una sensibilidad emocional mayor ante situaciones que antes pasaban desapercibidas, como el bienestar de otras madres o el sufrimiento de niños ajenos. Estas emociones forman parte del proceso de adaptación a la maternidad y están directamente relacionadas con los cambios cerebrales que aumentan la sensibilidad emocional y el apego.
5. Poco a poco, te sientes más cómoda en tu rol materno
Al principio, la maternidad puede sentirse abrumadora, pero con el tiempo, empiezas a encontrar tu propio ritmo y a sentirte más segura en tu rol de madre. Esto no significa que desaparezcan los desafíos, sino que aprendes a afrontarlos con más confianza. Este proceso también se debe a la plasticidad neuronal que refuerza los circuitos del cuidado y la regulación emocional.
Cada madre vive su identidad materna a su propio ritmo
No hay una única manera de ser madre ni un tiempo establecido para sentirse segura en este nuevo rol. La clave está en darte espacio para vivir el proceso sin presiones externas. La identidad materna no significa perderte, sino integrar la maternidad como parte de ti sin dejar de ser tú misma.
Como explica Susana Carmona en Neuromaternal, la matrescencia es un período de reajuste en el que la madre no solo aprende a cuidar a su bebé, sino que también debe aprender a cuidar de sí misma en esta nueva etapa.
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